Hoy os quiero hablar sobre un tipo de metodología que se está implantando en la gran mayoría de las escuelas: los ambientes de aprendizaje.
Para quien no conozca esta nueva metodología os explico de forma muy sintetizada cuales son sus fundamentos y objetivos principales.
Cuando digo nueva metodología, me refiero al hecho de que de unos años hasta ahora, son muchos los centros educativos que apuestan por esta forma de trabajo activo por parte de los niños, pero fue hacia el año 1963 cuando en las escuelas de Reggio Emilia, bajo la guía pedagógica del profesor Loris Malaguzzi, se desarrolló una cambio de mirada relativo al niño en la forma de educar. Él se refería a los 100 lenguajes de los niños: éstos poseen más de 100 formas de pensar y aprender. La escultura, la danza, la música, el juego simbólico, la pintura, el dibujo, la expresión corporal...todos estos lenguajes deben ser valorados por igual.
Estas escuelas destacaron por la modernidad de su metodología que se basaba en ahondar en las posibilidades del ser humano educando, no enseñando.
El niño se convierte en el protagonista de su propio aprendizaje y el maestro lo acompaña, se convierte en su guía, deja de ser su instructor.
Las escuelas de Reggio Emilia tiene tres características fundamentales:
- Son motor de transformación social.
- Deben recoger los aspectos y valores culturales del entorno dónde está inmerso el niño.
- Tienen que escuchar la cultura de la infancia y transformarla a partir del punto de vista de los niños.
En resumen, estas escuelas basan su trabajo en la educación activa por parte del niño, dónde él es el principal protagonista de su aprendizaje a través de la experimentación a través de su curiosidad innata llegará a desarrollarse como persona libre, responsable, democrática y sobre todo feliz.
Comparto con todos el poema que creó Malaguzzi para los niños, y un vídeo que espero os haga reflexionar:
El niño está hecho de cien.
El niño posee cien lenguas
cien manos, cien pensamientos
cien formas de pensar, de jugar y de hablar.
Cien siempre cien,
maneras de escuchar,
de sorprender y de amar,
cien alegrías para cantar y entender
cien mundos para descubrir
cien mundos para inventar
cien mundos para soñar.
El niño tiene cien lenguajes
(y más de cien, cien, cien)
pero le roban noventa y nueve.
La escuela y la cultura
le separan la cabeza del cuerpo.
Le dicen que piense sin manos
que haga sin cabeza
que escuche y que no hable
que entienda sin alegrías
que ame y se maraville
sólo en Semana Santa y en Navidad.
Le dicen:
que descubra el mundo que ya existe
y de cien le roban noventa y nueve.
Le dicen:
que el juego y el trabajo,
la realidad y la fantasía,
la ciencia y la imaginación,
el cielo y la tierra,
la razón y el sueño,
son cosas que no están juntas.
De hecho le dicen
que el cien no existe.
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