La mayoría de los niños de 3 años que comienzan la escuela han tenido contacto con el código escrito casi sin darse cuenta y desconocen su utilidad. El conocimiento de las letras procede de la lectura de cuentos por parte de sus padres o porque en la escuela de los más pequeños han visto rótulos y palabras escritas, también a través de la publicidad, revistas, cartelería de calle, puzzles, etc...
Cuando llegan a la escuela partimos del elemento que tiene mayor importancia para el niño: el nombre de cada uno.
En clase tenemos los rótulos de de cada uno de los niños con su nombre en mayúsculas acompañada de su foto en el primer trimestre; estos nombres los encontramos en la pizarra de las rutinas matinales dónde vemos quién ha venido a la escuela y quién se ha quedado en casa, en el armario dónde guardan sus producciones, en el mural del protagonista de la semana, en el panel de los encargados de la clase... El nombre se convierte en fuente de motivación para descubrir sus letras en cualquier palabra escrita, este hecho es imprescindible para comenzar el proceso de lectoescritura; es por ello que este hecho es el mejor punto de partida para trabajarlo con niños de 3 años.
A partir del segundo trimestre, la foto de los rótulos desaparece, pero sigue siendo estimulante para ellos ya que a través de estas actividades se trabaja el nombre como un todo y se anima al niños a través de experimentar con los trazos. Todo esto se debe hacer sin presión y de forma natural, así el reconocimiento de su nombre y el de los demás llegará sin demasiada complicación. No será hasta más adelante, con 4 o 5 años, que podrán realizar un trabajo más metódico del código escrito.
A continuación os enseño algunas fotos de los alumnos de mi escuela trabajando su nombre de forma autónoma tanto en propuestas de lectoescritura que les presentamos dos veces por semana, como en el día a día para simplemente 'marcar' sus producciones como propias.
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